lunes, 6 de agosto de 2007

Lo que nos trajo el tomate y el código da vinci: El lado oscuro de Katharine Hepburn


Cuando uno lee una biografía y la analiza, hay tres preguntas que son ineludibles. A saber, si presenta algún dato novedoso y contrastado con respecto a las anteriores (y en este caso tiene mucho con lo que competir), cómo baraja las fuentes de información, y si se ajusta a lo que se entiende que debe ser una biografía en cuanto género. En cuanto a esta tercera cuestión, se acepta oficialmente que la biografía debe transitar por dos vías: la del contexto y circunstancias sociales en la que el sujeto se establece, y la del propio sujeto como generador de cambio de alguna porción de la historia en general, y de la suya en particular, responsabilizándolo tanto de sus éxitos como de sus fracasos. Pero William J. Mann, en su obra “Kate: The woman who was Hepburn”, toma un camino intermedio, ya que no le interesa ni una cosa ni la otra. Por ello, las respuestas aquí, son NO, MAL y NO.
Aunque creo que esta biografía no se merece ni una línea de escrutinio, la lectura de las reseñas hechas tanto por Nuria Vidal en Qué Leer (número 121, mayo 2007), Jordi Costa en Fotogramas (número 1963, mayo 2007) y Anna María Moix en El País (12/05/2007) nos llevan a preguntarnos si todos ellos saben algo de cine, ya que no se les puede achacar el desconocimiento de la vida de Hepburn, y si han leído el libro o simplemente reseñas anteriores, como por ejemplo la de Janet Maslim (6/10/2006) en The New York Times o la de David Thomson en The New York Observer (15/10/2006), ambas refutadas por las reseñas anteriores de los mismos autores. Supongo que estos críticos desconocen el hecho de que sus propios periódicos disponen de hemerotecas, y si lo saben, no se molestan en leer sus anteriores críticas, porque aunque de sabios es cambiar de opinión, cabe preguntarse si la falta de coherencia sin aportar ni una sola razón para ello, no esconderá otro tipo de razones que las meramente representativas de subirse a un carro que parece descender por una peligrosa pendiente, la de lo políticamente correcto que transita por los conceptos actuales de igualdad, diversidad y cuotas varias, aun a costa de sacrificar el mérito y la capacidad. Por tanto, vamos por partes, y la primera parte es el análisis del libro en sí.
  • En primer lugar, si repasamos la lista de agradecimientos, podemos borrar a varios del listín telefónico, cosa que no tendría importancia si no fuera porque el propio Mann acusa a Hepburn de escribir sus memorias cuando muchos de los protagonistas ya tenían un pino en cada ojo. Entre ellos destaca Gavin Lambert, cuya afirmación de que la única explicación para el alcoholismo de Tracy es la homosexualidad, es uno de los dos pilares en los que Mann basa su afirmación de que, en realidad era bisexual. El otro pilar se merece un monumento en la historia de la documentación biográfica, y por ello le dedicaremos un aparte. Es posible que Lambert pensase eso, e incluso es posible que se lo dijera a Mann, lo que me resulta más extraño es que el propio Lambert, que fue un famoso biógrafo de personajes Hollywoodenses, nunca utilizase ese hallazgo para montarse su propia novela gótica.
  • Si continuamos en la lista de agradecimientos nos encontramos con Frances Rich, escultora y amiga de Hepburn, con la que Mann mantuvo dos conversaciones telefónicas, cuando la también finada, se encontraba en los primeros estadios de la enfermedad de Alzheimer. Es de reconocer, que el propio Mann nos facilita este importante dato entre su multitud de fuentes, pero parece más bien un escamoteo para no aceptar que excusatio non petita, accusatio manifiesta. Cualquiera que conviva o haya convivido con un enfermo de Alzheimer sabe que, cuando esta enfermedad se diagnostica, hace tiempo que estaba arraigada en el cerebro del sujeto, y que desde luego, si en una conversación cara a cara el desorientado es el enfermo, en una conversación telefónica, quien se extravía es el supuesto sano.
  • Sin embargo, ¡oh sorpresa!, entre todas estas fuentes no ha entrevistado a gente como Lauren Bacall, o Cynthia McFadden, amigas que probablemente no se ajustarían a las conjeturas iniciales que tenía que convertir en teorías, si no en ratificaciones.
  • Pero una segunda sorpresa surge cuando nombra alguna de las fuentes no personales utilizadas, ya que aunque el autor constantemente está desafiando a los anteriores biógrafos con acotaciones entre paréntesis, parece que el texto que más le gusta es el de Scott Berg, ya que es el único que trata, como de pasada y desde luego con un canto a la hipocresía digno del mejor Marco Antonio ensalzando a Bruto ante el cadáver de César, el tema de la dable homosexualidad de la Hepburn. Pero se lleva la palma cuando nombra la página web katethegreat.net de donde dice que consigue una “trascripción completa de la importante entrevista con Dick Cavett”. Si considera esta fuente tan importante, ¿cómo es que ni siquiera se ha molestado en comprobar si esta trascripción era correcta o estaba completa? Porque por supuesto no ha hecho bien su trabajo. Pues si hubiera visto el vídeo de la entrevista, bastante fácil de encontrar ya que ha sido editada en DVD por Daphne Productions y distribuida por Short! Factory en su serie The Dick Cavett Show con el título Hollywood Greats o por cualquier otra fuente que un buen historiador (como se califica a sí mismo) debería conocer, se habría dado cuenta que esa trascripción no está tan completa como él dice, ya que le faltan 24 minutos y 7 segundos de conversación, eso sin contar que en mencionado DVD se ofrecen otros 25 minutos más con cortes adicionales y donde ella no sabe que la están grabando.

“The Katharine Hepburn Website (katethegreat.net) is a truly remarkable resource as well, a classy, comprehensive labor of love. Here I was able to find original trailers of several Hepburn films, a couple of her radio broadcasts, clips from documentaries and Oscar telecasts, and a complete transcript of the important 1973 interview with Dick Cavett. Fan postings allowed me to understand the devotion so many continue to have for Hepburn. In particular, Judy Samelson and Kerrie Tickner provided articles, insights and facts only true Hepburn fans would have at their fingertips”.

Será por esto que malinterpreta en numerosas ocasiones a la propia Hepburn, y aunque en un principio parecería que lo hace sin intención (???) rápidamente entiendes que no solo la tiene sino que esta es bastante maliciosa.
Además estas dos personas que nombra, Judy Samelson y Kerrie Tickner, dicen en este mismo foro, donde Mann se presentó haciendo la generosa donación de su redacción de la página de Agradecimientos, y mintiendo como un cosaco, para ver si conseguía algo, como por ejemplo que le compraran el libro, dicen que denegaron graciosamente su invitación de participar en este folleto por diversas razones y no le proporcionaron prácticamente ninguna información, sobre todo al descubrir cuál era el tema fundamental de esta biografía. De hecho ambas han solicitado al autor que se les elimine del libro, a lo cual el Sr. Mann contestó esperanzado, que en la segunda edición del libro no aparecerían sus nombres.

Y después de toda estas entrevistas que ha dicho que ha realizado, el libro repite en sus más de 500 páginas (510 para ser exactos) la frase "UN AMIGO DIJO" o variaciones de la misma en 115 ocasiones (las he contado, lo sé, soy un maníaco, pero me estaban chirriando durante la lectura).

Hay otras trampas como introducir otros datos sin confirmar que repite constantemente, para hacernos creer que la primera vez que lo dijo lo había corroborado (por ejemplo su insistencia en la aversión de Hepburn a todo contacto físico, que después de haberlo leído como unas 5 veces, vuelves al principio a buscar la fuente inicial, que se encuentra en la página 76, y resulta que no hay fuente posible más que su mente enfermiza). O por ejemplo otras frases, y variaciones de las mismas, repetidas hasta 69 veces (pueden confirmarlo, estoy atacado) que es la siguiente: PODEMOS CONCLUIR - PROBABLEMENTE - ES BASTANTE SEGURO .

  • En segundo lugar, un libro donde se identifica a todos los sujetos masculinos como bisexuales, homosexuales, o esa nueva categoría que Mann designa algo así como “machos gays”, salvo uno, en 510 páginas es, cuando menos, un pasquín gazetillero, que puestos a exponer paradojas yo tampoco quiero quedarme atrás.

  • A pesar de que considera como “el elefante en la cristalería” el hecho de su relación con otras mujeres – la topografía de descripciones, para ser exactos, va desde asexual hasta bisexual, pasando por lesbiana – de vez en cuando se lanza en aventuras pasionales con el mencionado tipo sexual de “macho gay”, en una especie de tour de force, que si no fueran tan hilarantes, casi serían perfectas. Al menos podía haberla dibujado como una lesbiana feliz, pero esto parece que tampoco tenía mucho interés para el Sr. Mann.
En cuanto a las declaraciones extraídas de otros libros o documentos, no las conozco todas, pero miente o juega, al menos con tres.
  • James Prideaux, no dice en ninguna página de su libro “Knowing Hepburn, and other curiosities”, que la propia Hepburn le había confesado que tuviera relaciones sexuales con Laura Harding. Eso sin contar el hecho de que ambas han negado esta relación y el hecho de ser lesbianas, y que no hay ni una sola prueba, cartas, fotos o declaraciones al respecto, pero claro, ellas que van a decir. Además me gustaría saber que significa eso de que “vivían juntas abiertamente”, porque si hacemos un censo de la cantidad de mujeres, sobre todo en la franja de los veinte y probablemente al final de sus vidas, que viven juntas o han vivido con otras mujeres en algún momento, nos deja una cifra realmente pequeña de especimenes heterosexuales aún teniendo en cuenta esa culminación de las teorías pseudofreudianas, de que todos somos bisexuales.
  • La otra se refiere a los archivos de Hepburn en el FBI. Hay al menos tres personas en Internet, una en Amazon y dos en IMBD, que aseguran que tienen estos archivos y en ellos no se nombra ni a Spencer Tracy, ni a Adolphe Menjou, ni la película que los tres compartieron, “State of the Union”. A ello, Mann contesta en Amazon, primero que no recuerda donde lo encontró, pero que seguro que está allí, y segundo que a lo mejor está en los apéndices de referencias cruzadas. Es decir, que no sabe donde lo leyó. Yo creo que es uno de los muchos datos que ha copiado de otros libros, cuyos autores tampoco saben donde lo localizaron.
  • La tercera se refiere al libro de Garson Kanin, “Tracy and Hepburn”, al que pasa de descalificarlo a utilizarlo cuando le conviene para desmitificar la supuesta historia de amor, pero lo mejor es que, aún no constándole como una fuente fidedigna, sí considera importante las declaraciones de Kanin en el Mike Douglas Show, donde éste le pregunta si Hepburn y Tracy eran amantes, y Garson contesta indignado que no le parecía apropiado discutir su vida sexual, y que por supuesto él no lo sabía. Mann sin embargo no sólo considera esta declaración como un NO, sino que afirma que Kanin dice que no tenían vida sexual. (Aunque no tengo claro si ha leído el libro, porque parte de las historias tampoco son correctas, o al menos no son las mismas que cuenta Kanin, como por ejemplo la de los Napoleones, que Mann situa en la puerta de una pastelería parisina, y Kanin en un restaurante. En fin)
  • Cita a la propia Hepburn en base a su entrevista concedida a Dick Cavett en 1974, (la que no ha visto) donde ella, hablando de la posición que ocupaba en su familia y entre sus hermanos, decía que era el “eslabón perdido”. Estaba explicando así, que debido a la diferencia de edad entre ella y sus hermanos, no formaba parte de la descendencia, ni por supuesto del tronco, y no sabiendo situarse en este linaje se describe como tal (en sus propios términos “missing link”). Sin embargo Mann asegura que este autorretrato define su propia consideración como una especie de género intermedio entre los géneros.

  • En esta misma entrevista, Hepburn dice You see, a woman can give a man enormous confidence. And we all lack it. Or a man can give a woman enormous confidence, and stay at home and do the cooking. Pero él corta la frase en el primer punto y seguido.

  • También dice Mann, que admitió en esta entrevista que tenía tendencia a "adornar" los relatos que contaba sobre su vida. La única frase que se puede acercar a esta falacia es la que dice casi al principio de la entrevista: Well, when - see, I don't stick to the subject, you see, I "embroider" it , mientras cuenta la historia de como conocio a John Barrymore.
  • En una entrevista de 1985 realizada por Clive James, escritor, poeta, ensayista y crítico de televisión australiano, a la pregunta de este, de si se había cortado el pelo para parecer un chico, era porque quería ser uno de ellos, ella contesta con pragmática decisión “pero era una chica, así que no tendría sentido”. Pero esta declaración tampoco tiene sentido tenerla en cuenta y Mann utiliza constantemente el apelativo de Jimmy y siempre cuidadosamente acompañado del género masculino en todos sus determinantes, para que no quede ninguna duda.
  • Otra entrevista que deconstruye a su antojo es una de 1992 (02/12/1992) hecha por Los Angeles Times que también utiliza como fundamento para sus dos principales aseveraciones, lesbiana y manipuladora, es la siguiente:
(Extracto): Aunque insiste en que no lee los libros que se escriben sobre ella, Hepburn es clara sobre su gusto por la fama (“si has sido famosa, quieres seguir siendo famosa”). Con el paso de los años, ha sido ampliamente admirada por la dignidad y gracia con la que ha mantenido su privacidad. Desde el comienzo, descubrió que la prensa podría hacer que la gente pareciese completamente ridícula. “A menos que seas cautelosa”, dice Hepburn, “tienes que tener cuidado. Yo soy muy cautelosa”.
Aún así, la gente no ha dejado de sacar sus propias conclusiones de vez en cuando. En su libro, dice que, cuando se conocieron, Spencer Tracy tenía una imagen de ella como una lesbiana con las uñas sucias. Cuando se le pregunta si esos rumores la molestaron entonces, bromea, “Bueno, me he limpiado las uñas esta mañana así que no debería pensar eso de mi”.
“He tenido muchas amigas muy íntimas”, añade, “y si las tienes, entonces la gente piensa que eres lesbiana. No me molestaba porque no era cierto”.

  • Otra de las declaraciones de Hepburn que también es manipulada por Mann, es la que realiza por primera vez en la entrevista de Dick Cavett, en la que dice que hay un solo tipo de hombres, pero dos tipos de mujeres, las “normales”, y las mujeres como ella, que han vivido como hombres, refiriéndose al hecho de que ella no necesitaba que nadie la mantuviese, porque se sostenía a sí misma. Mann vuelve a hablar aquí de sexualidad, cuando en la entrevista se estaba hablando de consideraciones sociales.
Otra de las afirmaciones de Mann, la de que fue la propia Hepburn quien se inventó la historia de amor con Spencer Tracy es difícil de creer por varias razones:
  • No es ella la primera que habla sobre su relación con Tracy, más bien es la última en hacerlo. Para ello tenemos libros como las autobiografías de Elia Kazan, Stanley Kramer, o el propio libro de Garson Kanin. También se habla de ello en varias de las biografías de Tracy, y en el libro de Newquist “A Special Kind of Magic”, resultado de las entrevistas realizadas con los actores y el director de Adivina quien viene esta noche.
  • Al contrario, entre 1942 y 1986 sus declaraciones públicas sobre Tracy fueron contadas. Con respecto al artículo de Davidson en Look Magazine, dijo “He tenido 20 años de perfecta compañía con un hombre entre los hombres. Es una roca y un refugio. Nunca lo he lamentado”. Después, a finales de los 70, en un artículo de Ladies Home Journal, dice: “Fue un gran amigo. Me hizo crecer por encima de mi potencial”. Y eso fue todo. Louise Tracy, a quien respetaba, todavía estaba viva.
  • Lo mismo ocurre con la entrevista de Cavett, en la que sólo habló de él moderadamente, y prácticamente de su faceta de actor. Podría haber aprovechado la oportunidad que Cavett espléndidamente le concedía. Pero no lo hizo.
  • Cuando el Juez de la Corte Suprema de Justicia de US escribió su libro en 1974 (“Go East, young Man) decía: “Durante unos 20 años estuvo profundamente enamorado de KH y vivían juntos”. Y Douglas era amigo de Tracy no de Hepburn.
  • Y por último en un documental sobre Bogart hecho a finales de los 60, se escucha la voz de Boggie diciendo: “Puedo ver lo que Spencer ve en ella.”
  • Fue a partir de finales de los 80 cuando comienza a hablar abiertamente de la relación, con lo cual entró muy tarde en el juego de construir el mito. La impresión general de que la relación entre H y T , tal como es percibida en la cultura popular no fue construida por Hepburn, en absoluto. La imagen de T y H en la cultura popular, como pareja, viene del libro de Kanin, de sus películas (el mismo Mann cree que su comportamiento en ellas imitaba su propia vida ¿??) y los comentarios de tipos que los conocían bien: Kramer, Bacall, William O. Douglas, Edward Dmytryk, Robert Wagner, Frank Capra, George Stevens, etc.
  • En cuanto a las declaraciones de Hepburn sobre su relación con Tracy, es bastante tonto por su parte contar en “El rodaje de La Reina de África” que Tracy se marchó sin decirle ni mu, la mañana del día de su partida para África, si lo que quieres contarnos es lo maravillosa que es tu historia de amor. Más tonto todavía, es contar en su biografía “Me”, que Louise Tracy, dijera que ella pensaba que su relación “era sólo un rumor”. Amén de otros datos extraídos de esta misma autobiografía , y de los documentales, “All about me” y “The Spencer Tracy Legacy”. En todos ellos prácticamente nos cuenta lo que ella sentía y lo que hizo, pero reconociendo que no tenía ni idea de lo que él pudiera sentir por ella, ni porqué “se dejó querer”, por decirlo de alguna manera. De hecho, después del documental de Tracy, algún crítico comentaba si esa mujer no había leído el libro de Kanin. En una entrevista con Barbara Walters en 1991, próxima a la publicación de Me, dice que no recuerda que Tracy le hubiese dicho alguna vez que la quería (Esta mujer es un desastre, o yo no entiendo lo que pretende) Incluso en la entrevista de 1993, con el Profesor Richard Brown para la American Movie Classics’ Film Preservation, a la afirmación de éste de que Tracy y ella estaban ensayando antes de que Claudette Colbert renunciara, y le fuese ofrecido a Hepburn su papel, ella contesta diciendo que eso no era cierto, y que Tracy nunca le hablaba sobre los que estaba haciendo.

Es posible que KH idealizara la relación – al igual que hizo con otros aspectos de su vida – porque, a sus ojos, hablar de ello, habría sido de mala educación y ocasionaría una luz desfavorable sobre su carácter y buen juicio. Pero también esto formaba parte de su temperamento, lo que queda demostrado en su inventario sobre el perverso rodaje de La Reina de África, donde siendo una de las más perjudicadas, en lo que respecta a su propia salud, consigue transformarlo en una comedia propia del mismo Evelyn Waugh.

Otra primicia que Mann nos asesta es que "probablemente" los pocos momentos íntimos de las películas que Hepburn y Tracy compartieron, salvando La mujer del año, se deben a que había un acuerdo tácito entre ellos y sus guionistas y directores, ya que no existía ninguna relación física entre ellos en la vida real, y el tener que besarse en pantalla los habría "violentado?". Tamaña tontería dicha de dos actores que aunque, como él asegura, no tenían relaciones sexuales en la vida real, pero eran en todo caso amigos íntimos y se veían con regularidad confirma "probablemente" como él mismo diría que su percepción del cine en general y de las relaciones en particular son bastante cicateras. Además en su enumeración de las citadas películas de H y T nombra también el final de Desk Set, donde sí se besan y Mann describe la situación como un abrazo entre colegas.

  • Mann asegura que no existió tal relación, ya que ni siquiera vivían juntos, y que durante la década de los 50 prácticamente no se vieron. Otra malinterpretación ya, que aún siendo verdad que fue la época en que Hepburn se volcó activamente en el teatro, pasando grandes temporadas también en Australia, no es totalmente verdad ya que:
    • Hicieron, al menos 2 películas juntos: Pat and Mike en 1952, y Desk Set en 1957
    • En 1951 antes de su partida para el rodaje de La Reina de África, Tracy la acompañó a Roma, y la esperó a la vuelta en Londres.
    • En 1952, durante sus representaciones en Londres de “The Millionaress”, Hepburn se pone enferma y Tracy está allí, hecho corroborado por una carta de Constante Collier, en la que dice: “Spencer behaved like an angel”.
    • Hepburn está presente durante el rodaje de El viejo y el mar en Cuba en 1958, plasmado en muchas de sus pinturas sobre la isla.
    • Hepburn, está presente durante el rodaje de Heredarás el viento en 1960, corroborado por las historias tanto de Fredric March, como de Gene Kelly.
    • Hepburn está presente en el rodaje de “El diablo a las tres” en 1961 en Maui, corroborado por fotos (Yo tengo dos); por el libro de George Jacobs, Mr. S: My Life with Frank Sinatra, donde narra una desastrosa cena en la casa de Sinatra para agasajar a Tracy y Hepburn; y por un artículo del columnista del MidWeek Magazine de Hawai, describiendo el rodaje de The Devil at 4 o’clock (When I arrived, was startled to see Spencer Tracy sitting in acorner holding hands with Katherine Hepburn. Their romance was notyet known publicly)
  • Efectivamente T & H no siempre vivieron juntos. Pero el hecho de mantener residencias separadas era una parte importante en la cuestión de mantener las cosas bajo cuerda. Él recibía invitados en la casa de ella y la gente sabía que a menudo estaba allí. Las separaciones durante los años 50 es posible que no solo fueran por causas laborales, pero siempre que él se vio obligado a elegir, eligió a Hepburn. Y ella se arriesgó mucho retirándose para cuidarlo. Finalmente Hepburn heredó todas sus pertenencias y objetos de valor sentimental, lo que concuerda con la afirmación ampliamente aceptada de que ambos mantenían un compromiso que transciende la definición de aventura amorosa o colaboración laboral.
  • El dato de la histerectomía realizada a Hepburn en 1933, razón por la que nunca tuvo hijos, según Mann, no sé si merece la pena ni comentarlo, porque hasta el mismo autor de la biografía, después de propinarlo lo pone en duda. Mann admite al principio de esta sección, que la información es imprecisa, pero de pronto, elabora toda una serie de teorías que concluyen con la especulación de que pudo haber sido una histerectomía porque tenía una cicatriz en el bajo vientre. Bueno, es difícil de creer que con apenas 25 años le hiciesen una histerectomía, porque probablemente tendría alguna enfermedad grave, y estamos hablando de 1933. Y es extraño que ninguno de los anteriores biógrafos, incluido Berg, quien se considera a sí mismo el “autorizado”, o Leaming, que investigó hasta dos generaciones anteriores a la propia actriz, tuvieran ni la más remota idea de esta circunstancia. Además, durante su estancia en Bryn Mawr, Hepburn fue operada de apendicitis, lo que ella denominó “very bad appendix” lo cual podría haber sido una peritonitis. (Algo que no se si sabe Mann, está presente en varias cartas de Ludlow Ogden Smith, su ex marido, a algunos familiares) O cualquier otra enfermedad como una obstrucción intestinal, una hernia o miles de cosas que acabaran en una operación de la que hubiese quedado esa cicatriz. Si también habló con los dos hermanos de Hepburn, uno de los cuales también falleció antes de la publicación del libro, podría haberles preguntado, cosa que no hizo. Lo que ocurre es que todas esas posibilidades no le habrían permitido concluir el episodio diciendo que “la total insistencia de Hepburn de que las mujeres no podían tener hijos y una carrera – decisión que ella misma tomó – puede haber escondido un difícil hecho: que no sólo no quería tenerlos; sino que físicamente no podía”. La propia Hepburn, en lo que supongo que Mann considera parte de su confabulación, dice en un momento en su libro “El rodaje de La Reina de África”, que además de tener una rueda prensa, ella está con el periodo. Esto es en 1951. Es realmente interesante, que tuviera en cuenta el hecho de decirlo, en un libro escrito en los años 80 (publicado en 1987) para que no se descubriera el hecho de esta histerectomía, realizada hacía 52 años.
  • La cuestión del esforzado descubrimiento de juventud de Mann de la verdadera edad de Hepburn, puede que sea cierta, pero ha tardado tanto en darla a conocer, que ya la conocíamos por ella, que nos la revela en su biografía, publicada en 1991, hace 15 años. Pero seguramente Hepburn lo hizo para fastidiarle la primicia a Mann.
  • Otra de sus primicias, también arruinada por Hepburn que la contó en 1974 en la entrevista de Dick Cavett, es que su padre era el que recibía su dinero y le mandaba a ella una asignación mensual, hasta 1962, año de la muerte del Doctor Hepburn.
  • Mann echa en cara a Hepburn el hecho de ocultar un aborto, basándose en una entrevista hecha a Ladies’ Home Journal, donde después de decantarse por la legalización del aborto, es preguntada si alguna vez había sufrido uno, y ella dice que no contestará a esa pregunta.
  • También es bastante raro que Mann prefiera sacar su libro en 2006 sabiendo que en 2007 los papeles de Hepburn van a ser puestos a disposición de los investigadores. Ahora mismo todavía no lo están (mayo 2007)
  • Mann no sabe una palabra de cine, si no, no afirmaría que la carrera de Hepburn empezó cuando ésta cumplió los 50, borrando de un plumazo películas como Alice Adams, Historias de Filadelfia, La fiera de mi niña, La mujer del año o La costilla de Adán. Sus afirmaciones sobre la oportunista decisión de Hepbun de involucrarse en el proyecto de “La Reina de África”, son anodinas y simples, ya que ese no era el proyecto de Hepburn, sino el de Huston. No fue esto más que una decisión acertada, al igual que hubo otras desafortunadas, como en toda vida, laboral o personal. Me pregunto que hubiese ocurrido si este bosquejo de sueño divagado por Huston no hubiese sido un éxito para todos los que participaban en él, sobre todo para Bogart que ganó su único Oscar, como parecía desde el primer momento, debido a las ínfulas de cazador del director, la falta de guión, y los numerosos desastres ocurridos durante su rodaje.

  • Esa insistencia en asegurar que las películas que él considera buenas (casi siempre porque otros también las consideran) es porque en ellas, KH se comporta como ella misma, es grotesca porque comparar a Jo March con la protagonista de Locuras de verano (Summertime) o con Leonor de Aquitania, es como comparar a William J. Mann con William Shakespeare, es decir cero patatero.
  • Y desde luego, acusar a KH de izquierdista es, no solo una licencia por su parte, sino que demuestra una total ignorancia de la izquierda, en su país y en el resto del mundo occidental. Además de un desconocimiento de todas las declaraciones de Hepburn en ese campo. Curiosamente todos los epítetos con los que se ha atacado a Katharine Hepburn, no se corresponden con la consideración que tienen de ella todos aquellos que se encuentran emplazados en cada una de estas ideologías, corrientes, pensamientos o tendencias seleccionadas. Digo atacada, y digo bien, porque nunca se han utilizado estos títulos como meras características, sino como excesos o irregularidades que deslucían en alguna medida sus incuestionables logros. Ni las feministas la consideran feminista, ni los socialistas socialista. Y naturalmente, las facciones más conservadoras tampoco quieren ni pueden contenerla en sus propias filas. Ni siquiera las lesbianas la consideran una de ellas, aunque algunos hombres puedan ver en sus actitudes una prueba psicológica irrefutable de su homo, bi o despreocupada asexualidad. Y creo que al margen de otras consideraciones más o menos comerciales o económicas, y de su trascendencia mediática, este es el problema fundamental del libro de Mann. Que él, también es un hombre. Y parece que un escritor de ficción frustrado, por la cantidad de postulados imaginarios resultantes de los datos que distorsiona.
  • Entre estos está la suposición de Mann de la causa del suicidio del hermano mayor de Hepburn a la edad de 15 años, en 1921, y al que la misma Hepburn encontró colgado de una viga en la casa de una amiga de la madre de ambos. Mann supone que la causa fue la confusión sexual, ¡como no! del muchacho, hecho que corrobora utilizando el libro de Scott Berg, que como todo el mundo sabe no conserva ni una sola grabación de todas las conversaciones que tuvo con Hepburn. Sería realmente importante que Mann nos dedicase un poco de tiempo para explicar lo que ocurre en la cabecita de un chico de 15 años, para cometer semejante asesinato, porque sería bastante valioso en el mundo de la psicología y evitaría muchas tragedias personales. Esta afirmación está basada completamente en sus archivos personales, los de Mann naturalmente, ya que este suceso, ampliamente estudiado en base a su significado en la vida de su hermana, ha concluido con varias estimaciones por parte de muchos de los biógrafos de Hepburn. Sin embargo sólo hay dos posibles hechos que pudieran conformar algún tipo de conclusión incuestionable, y son, a saber, el historial de suicidios familiares, tanto en el lado materno como en el paterno y la enfermedad que asolaba al muchacho, Corea de Huntington que, como es conocido empuja a muchos de estos sujetos a ese desgraciado fin.
  • Otra de las asunciones generales de Mann es que Hepburn siempre supo colocarse donde el público la requería, es decir hizo Adivina quién viene esta noche para promocionar el amor interracial, o exponer lo absurdo de la guerra en Las Troyanas, o situarse políticamente más a la derecha en los 70, haciendo Rosster Cogburn, con el conservador John Wayne. Sin embargo olvida que en pleno escándalo Watergate soltó en el programa de Dick Cavett que denigrar a Nixon era algo popular, al igual que durante la Caza de brujas, era popular decir que Hepburn era comunista, cosa que no parece concordar con el clima político de entonces en Norteamérica.
  • Pero si Hepburn sale malparada en esta descripción, al igual que todos sus amantes menos uno, otra de las perjudicadas es Phillys Wilbourn, lo que resulta realmente injusto ya que su posición aquí es menos por devoción que por obligación, aunque finalmente se convirtieran en mutuas compañeras después de tantos años de relación laboral. Phillys Wilbourn era la asistente y secretaria personal de Constance Collier y cuando esta falleció en abril de 1955, se la rifaron entre los grandes actores de Hollywood para solicitar sus servicios. Pero fue Hepburn, gran amiga de Constance quien se quedó con ella. Y si Mann fuese un hombre culto, cosa que tampoco debe ser, lo habría leído en el libro de un gran escritor, también hombre, también gay, donde cuenta, de pasada esta anécdota. Capote, gran observador y agudo cronista de su época, reunió en Música para camaleones, varios relatos, un cuento sobre un asesinato real, recuerdos de su niñez, la vida de una mujer de la limpieza en Nueva York y la serie “Conversation Portraits” en donde describe anécdotas de sus encuentros con Marilyn Monroe, Brando, Elizabeth Taylor y otros. En el relato titulado “Una adorable criatura”, que también aparece en las ediciones de “Los perros ladran” y “Retratos”, ambas de Anagrama, cuenta su atención, acompañado de Marilyn, al funeral de Constance Collier en la Capilla de la Universal Funeral Home, en la avenida Lexington de Nueva York, donde tienen una conversación durante prácticamente todas las honras funerarias y en una cafetería al salir. En un momento Marilyn, también alumna de Collier, al igual que Hepburn, dice:
“Pero cuando me dijeron que la señora Collier había muerto, lo primero que se me ocurrió fue: ¡Oh Dios mío, qué va a ser de Phyllis! La señora Collier era toda su vida. Pero he oído que se va a vivir con la señora Hepburn. ¡Qué suerte la de Phyllis; ahora sí que se va a divertir! Me cambiaría por ella sin pensarlo. La señora Hepburn es realmente una gran señora. Ojalá fuera amiga mía. De ese modo iría a visitarla alguna vez y ...., pues no sé, nada más que visitarla”
Y Capote tenía fama no solo de tener una memoria prodigiosa, sino también de ejercitarla precisamente como una parte de su experimento, cuyo principal componente era, según sus propias palabras “el talento para grabar mentalmente largas conversaciones, una habilidad que me esforcé en adquirir mientras hacía mis investigaciones para “Se oyen las musas”, pues creo a pies juntillas que tomar notas - ¡y mucho más utilizar una grabadora! – crea artificio y distorsiona – e incluso destruye – toda naturalidad que pueda existir entre el observador y el observado, el nervioso colibrí y su supuesto captor.”
Sin embargo, Jordi Costa en su artículo de Fotogramas, nos remite a la existencia de la pobre Phillys, junto con otra de las denostadas, Laura Harding, como “famosas lesbianas”, como si hubiese un catálogo de gente según sus preferencias sexuales.

  • Pero el monumento al estudio de las fuentes bibliográficas se lo lleva uno de los principales recursos de información del libro de Mann, un tal Scotty, chico de gasolinera y pareja sexual de muchos de los gays que poblaban la tierra de Nunca Jamás de Hollywood.
“Para ser alguien cuyo trabajo podría considerarse poco delicado, Scotty sigue gozando de una alta estima, recordado con verdadero afecto por muchos en Hollywood. Un hombre franco, nada pretencioso, Scotty se había mostrado escurridizo en mi anterior investigación, pero esta vez un conocido mutuo hizo las presentaciones. Muchas respetadas figuras de Hollywood y Nueva York daban fe de la fiabilidad de Scotty como fuente” Y esta es la presentación de la fuente más importante de toda la biografía. Como se ha dicho ya, un monumento a la historia de la Documentación biográfica.
Pues, el tal Scotty, del que parece que Mann desconoce el apellido, declara que Spencer era gay y uno de sus partenaires habituales. Y como prueba irrefutable de ello nos cuenta que durante sus numerosas visitas al actor, este se mantenía bebiendo desde su llegada hasta el amanecer, dato archiconocido no sólo en todos los corrillos de la época, y repetido en todas sus autobiografías, sino incluso reconocido por Hepburn, y por él mismo, en sus escasas declaraciones. Sin embargo, Scotty, además de no aportar ninguna otra novedad parece desconocer los hábitos alcohólicos de Tracy, que era lo que los norteamericanos denominan un Binge drinker, es decir que no era un alcohólico regular ni diario, sino que bebía por temporadas, y en determinados ambientes o días puntuales. De hecho, algunos de sus mejores amigos y conocidos nunca lo vieron borracho, ni tomando una copa. Parece como si esta aseveración estuviera basada solamente en la percepción pública de Tracy. Tal y como Mann maneja esta historia y a su protagonista, llevó a muchos de los fans de Hepburn a desconfiar hasta de su existencia. Pero hete aquí, que en junio de 2006, la revista Variety nos presenta una entrevista con el aludido, y no sólo descubrimos que su apellido es Bowers, sino que además reconoce que falsifica ciertos detalles de sus historias (“But Scotty’s version of history doesn’t usually get printed, although he admits to fudging certain details in the past to keep the record clean”). También insinúa otras cosas sobre otros actores, entre ellos Jennifer Aniston o Tyrone Power, y afirma que ha organizado muchas fiestas para multitud de actores, entre ellos para Katharine Hepburn, que puede contar con los dedos de la mano aquellas a las que asistió. En esta contundente fuente, y en la ya mencionada declaración de Gavin Lambert, se encuentra la conclusión de Mann. Sin embargo Tracy podía tener otros motivos para ser un alcohólico, y no sólo el hecho de su lucha contra la homosexualidad, como dice Mann que Lambert le confesó. Por ejemplo tenía un hijo sordomudo, al que después le fue diagnosticada una poliomielitis, algo que nunca superó y que probablemente fue uno de los puntales sobre los que también se podría basar su negativa a divorciarse de su esposa, a pesar de vivir separados durante más de 30 años. Su catolicismo, no como referente en la vida, sino como sustrato de parte de sus remordimientos y sentimientos de culpabilidad por su licenciosa vida. Todo eso aliñado con su dificultad para conseguir papeles, pese a su buen hacer como actor, debido a su físico, o por ejemplo el ser hijo de otro alcohólico. Sin embargo Mann prefiere aferrarse a lo que es el puntal de toda su pseudobiografía, el sexo puro y duro que recorre más de la mitad de las páginas de su libro.
Pero la inquina hacia Tracy ya había empezado en otro libro del Sr. Mann, la biografía de William Haines, actor del cine mudo, donde lo acusa de haberse desembarazado de alistarse durante la II Guerra Mundial, designándolo como el "hombre macho" que consigue librarse de la guerra, en comparación con el homosexual Haines, que siendo de la misma edad sí se alistó. Sin embargo, un poco más adelante y refiriéndose a Fred Astaire, le perdona la misma afrenta, por ser padre de dos hijos, es decir encontrándose en la misma situación de Tracy, y con el agravante de las historias de sordera y polio de uno de los dos.
Sin embargo todas las historias acerca de las aventuras amorosas de Tracy son eclipsadas en esta sórdida bruma. Sólo se hace referencia a la declaración de Loretta Young, causa de la primera separación del matrimonio Tracy, en la que ésta dice que su relación fue platónica. No se tiene en cuenta las manifestaciones de Myrna Loy, presentes en sus memorias, las de Joan Fontain en las suyas, y sobre todo las de Gene Tierney. También la aventura con Ingrid Bergman, que Hepburn despachó, con una cierta mala leche, en Me diciendo: “Ingrid Bergman hizo la prostituta (en El Dr. Jeckyll y Mr. Hyde) y ganó un Premio, creo”. Pero esto, supongo, también formará parte de la confabulación de Hepburn, que debía tener un libro con anotaciones más gordo que el de Petete.
  • Esto es una constante en el libro, el omitir paquetes completos de declaraciones que podrían conformar algún rasgo característico de algunos de los personajes y, sin embargo utilizar una sola frase de alguien ajeno al conjunto para satisfacer algunas de sus formidables teorías. Para John Ford, le asiste la narración de Maureen O’Hara de que en una ocasión (UNA) al entrar en el despacho de Ford, lo encontró dando un beso a un actor (“she saw John Ford kiss on the lips a Hollywood male star”). Algo que parece que no interesó a nadie, ni siquiera al propio Ford, y que nadie se molesto en indagar y ni en preguntar a O’Hara sobre la identidad del mismo ni sobre el contexto de la escena.
  • Otra de las declaraciones aisladas que le valen para entonar otra interesante teoría, la del maltrato paterno, emana de la boca de Max Showalter, presunto amigo de Hepburn, incluido en la categoría de Berg, supongo, que informó a Mann de lo siguiente:“Sobre el temperamento de su padre, dijo un amigo de Hepburn, Max Showalter: “tantas historias cuenta Kate de su niñez subida en la copa de los árboles, negándose a bajar. ¿Qué la llevaría alli? ¿te lo has preguntado alguna vez?”.

  • Los capítulos finales donde se nos presenta una Hepburn alcoholizada y drogadicta nos remontan con pasmosa agilidad a aquellas noticias de los 80 donde se presentaba a un Johnny Weinsmuller, enfermo de Alzheimer al ritmo del grito de Tarzán por los pasillos de una residencia geriátrica. No solo son patéticos sino que hacen parecer al autor como un descerebrado patológico. (Ya no voy a entrar en los ramalazos fascistoides que reflejan la ideología de este autodenominado historiador social, cuando habla de socialismo, feminismo, etc.)
Pero puestos a denunciar todos los desmanes que han rodeado a toda esta maraña de datos, vamos a por los críticos que han encontrado maravillosa esta historia en la que se somete a Hepburn al más salvaje y ridículo asalto literario póstumo, en el mundo del espectáculo. Y comenzando por supuesto por Janet Maslim, guru de ese templo del periodismo que es el New York Times. En realidad, bastaría con leer la crítica de la biografía de Katharine Hepburn escrita por Barbara Leaming para censurar la crítica hecha del libro de Mann, pero vayamos por partes:
  • "Por ahora nadie, ni siquiera con un buen conocimiento del Hollywood clásico ha asimilado ni un poquito de la ciencia de Hepburn. Dice Maslin sobre el libro de Mann, en 2006".
  • Pero esto era lo que decía en 1995, sobre el libro de Barbara Leaming: “Katharine Hepburn” es la penetrante mirada de la Sra. Leaming más allá de la carrera de actriz de H, en las fuerzas que moldearon tan emblemática figura. (“Soy como la estatua de la Libertad para mucha gente” escribió en su especie de autobiografía, “Me”). La prodigiosa investigación ha producido una historia familiar que es tan reveladora en sus propios términos como un necesario telón de fondo para cualquier consideración de la carrera de Hepburn. Además, esta historia es tan envolvente que la misma actriz no aparece hasta que se ha leído un cuarto del libro.
  • Y continúa diciendo de Leaming: La posible osadía de tales observaciones es dispersada por la emprendedora investigación y por una perceptividad rara en los biógrafos de las estrellas de cine. Sobre todo, la completa exploración de este libro de la herencia de Miss Hepburn da cuenta de su autoridad.
  • Volvemos a la crítica de Mann: El Sr. Mann atribuye la condición de bisexual a todo hombre con quien H estuvo alguna vez relacionada. También le da gran importancia a un hombre llamado Scotty, que llevaba una gasolinera cerca de la casa de Cukor y que ofrecía algo más que gasolina. Scotty asegura que Spencer Tracy era una de sus parejas sexuales. El libro trata todas estas revelaciones con más curiosidad que lascivia. El Sr Mann mantiene con verosimilitud que su interés real está en como se esculpió la gran fábula del romance Tracy-Hepburn y como se sostuvo. (Mann) 2006
  • Y ahora a Leaming: Además de relacionar la muerte de Tom con las películas de Miss Hepburn (que suspendió brevemente la filmación de “Christopher Strong” por su dificultad en hacer una escena de suicidio), Mrs.Leaming lo ve como la configuración de los dos mayores amores de su vida. El ampliamente conocido de ST; el otro fue el gran director John Ford. Ambos eran ostentosamente auto-destructivos, puede que fueran los hombres a los que Miss H se sintió empujada a salvar. “Nos hicimos amigos y de vez en cuando nos veíamos, mientras vivió”, escribió de paso sobre Ford en Me. Pero Mrs. Leaming se basa en décadas de valiosa correspondencia entre ambos para contar una historia diferente. El lazo entre ellos aparentemente fue platónico, pero Ford estuvo cerca de dejar a su mujer e hija por Ms Hepburn
Aparte de otras consideraciones, la Sr. Maslin debería haber aprendido de esta crítica del libro de Leaming, porque las décadas de valiosa correspondencia entre ambos se limitan a 6 cartas datadas en los años 30, muchas de las cuales son vagas conversaciones, con chistes poco concluyentes entre amigos (“chatty, vague, inconclusive gags letters between friends”) según el propio nieto y biógrafo de Ford (Dan Ford) explica en una carta enviada al New York Times. Y según la entonces biógrafa de Spencer Tracy (Selden West), más minuciosa, 5 cartas de Ford a Hepburn, y 16 de Hepburn a Ford, la mayoría de las cuales son postales y telegramas y más de la mitad fechadas después de los años 60.
Y además, dice Maslin: Presentando a Tracy como una figura cruel y caprichosa, la Sr Leaming ve conexiones entre los papeles de las películas de Tracy y Hepburn y su romance. Había momentos en los que ella dormía de modo protector en la puerta de su habitación de hotel cuando él se iba de juerga, reduciéndose de una forma que preocupaba a su familia y amigos. Y la Sr Leaming escribe la desastrosa visita a Fenwick, la casa de la playa de los Hepburn en Connecticut: “los Hepburn no rechazaron a Tracy porque estuviese casado y tuviese 2 hijos. No encontraron falta en que fuera un alcohólico injuriante con atracción por prostitutas y una historia de enfermedad venérea. No discutieron sus conservadoras opiniones ni preguntaron si pensaba casarse con su hija. El Doctor y la Señora Hepburn se distanciaron porque ST había dejado de interesarles y en la familia Hepburn este era el mayor pecado imaginable.
Pero, ¿en qué quedamos? Lo único en que coinciden ambas críticas es que la muerte de su hermano marcó profundamente a Hepburn tanto en su vida personal como laboral. Cosa bastante razonable. Lo raro sería que el hecho de encontrar el cadáver de un hermano, con 13 años, colgado de una viga, no supusiese una herida difícil de curar. Pero eso si que la convertiría en un auténtico monstruo. Y no debemos dejar de lado, que fue Maslin una de las principales publicistas de “El Código da Vinci”, al que denominó best seller culto. Es decir, Maslin no distingue entre ficción y no ficción.
Y aún así, Maslin parece que no quiere comprometerse en demasía con este pasquín, ya que en un determinado momento nos dice “Aunque el Sr Mann no modela artificialmente su libro como una historia en tres actos, naturalmente se convierte en una”. Debemos entender con ello, que es un teatrillo, ¿no?. Y más tarde: “Aunque “Kate” se inspira en algunas nuevas y anómalas fuentes de investigación y está ampliamente anotado, la procedencia de esta declaración no se especifica”. Sobran las palabras.
Parece más bien que Mrs. Maslin está defendiendo a su empresa, y sobre todo sus intereses comerciales, ya que su periódico está asociado con Henry Holt, la editora del libro de Mann. Y todos conocemos los problemas que las políticas pro-minorías de su editor Arthur Sulzberger, Jr., han causado al periódico, como el caso del periodista Jayson Blair, reportero que falsificó descaradamente las historias durante años. Pero este es otro tema, al que el lector se puede remitir leyendo, por ejemplo el libro de Edwin Diamond “Behind the Times”, donde se atribuye al mencionado Sulzberg la siguiente afirmación: “No podemos ofrecerle ya más a nuestros lectores una visión predominantemente blanca, recta y masculina de los acontecimientos”.
David Thompson, crítico y profesor de cine es un poco más coherente en su crítica, ya que el libro de Leaming parece que no le gustó, aunque utiliza algunos de los argumentos que éste esgrime, y nos aburre con su enumeración de los filmes de Hepburn, acompañados del año de cada uno de ellos, supongo que para darnos a conocer su erudición. Sin embargo, y aunque es un poco más afectuoso en su tratamiento de Hepburn en su Obituario, se le nota ya que hay algo que no le gusta, por eso el panegírico es desigual, dando una de cal aquí y otra de arena allí.
Sin embargo en 2003, decía que a partir de los 50: No trabajó mucho en esos años, y cuando uno considera el número de pobres películas que acumuló, su talla es aún más admirable. Argumento que desmiente un poco su admiración por el libro de Mann. O que nos advierte que a pesar de ser un serio profesor, lo único que le interesó de él es la parte erótica festiva del mismo. Por cierto, que estoy segura que no ha visto Summertime por la explicación que da de esta película, o que por lo menos no estuvo muy atento a ella..
Thomas da todo el crédito a Mann cuando este proclama su incertidumbre sobre la posibilidad de que Hepburn mantuviese relaciones heterosexuales con alguno de sus amantes masculinos. Y en pura coherencia también le cree que las relaciones homosexuales sí existieron: ¿Fueron romances? ¿Hubo sexo? O Hughes fue otro cerebral aprensivo que fundó y le ayudó a gestionar su carrera? Hughes preparó The Philadelphia Story (1940) para ella y fue el abogado secreto para sus serios esfuerzos en conseguir el papel de Scarlett en Gone with the wind. El productor David O Selznick, la descartó porque pensaba que no era lo suficientemente sexy, y el Sr Mann finalmente no está seguro cuanto sexo (sexo heterosexual de todas formas) realmente quería decir para ella. Mann tiene las mismas pruebas increíbles para una cosa como para la otra (Homosexuales si, heterosexuales no) y Thomas cree a Mann en un testimonio (Hepburn era homosexual sin ninguna duda) digno de toda confianza, como si él también supiera algo que los demás desconocemos. Sin embargo Mann no solo habla de relaciones sexuales entre Hepburn y Tracy, sino que también la fecha aproximada de las mismas, y de cuando dejaron de existir. Un trabajo digno de un arqueólogo del amor.
Pero lo mejor de la crítica de Thompson es su afirmación de que: Pero aquí está el detalle: la biografía del Sr Mann no sólo es la mejor de Hepburn – es un libro que establece nuevos estándares en las biografías de cine. Supongo que se refiere a que ya no debemos dejarnos guiar más por los datos, sino que las conclusiones deben ser lo primero, y después conseguimos los datos, los retorcemos un poco y estos nos llevarán fácilmente a las primeras conclusiones. Y todo esto con muchos respeto, algo en lo que coincide con Maslin y que, mira por donde a mi también me parece un poco mosqueante: No es poco importante que la escritura tiene una sutileza y una indulgencia tales que estas desordenadas vidas requieren. Y este si que es un trabajo de un buen supervisor, ¿cómo salvamos una biografía llena de errores, y malinterpretaciones y la hacemos pasar por algo decente, para sobre todo venderla? La caracterizamos de novedosa, respetuosa y sutil. Bonita manera de describir un texto donde se tacha a la protagonista de manipuladora, mentirosa, inconsistente, alcohólica, drogadicta e hipócrita, al igual que a todos aquellos que se han acercado a ella de alguna manera y en algún momento de su vida.
Y aún así el Sr Thompson se queja de que los jóvenes de hoy prácticamente no conocen a aquellas estrellas de cine que en algún momento nos cambiaron la vida: Las grandes de esa generación nos cambiaron la vida. Pero responden ahora los jóvenes a ellas – jóvenes que apenas las conocen?
Termina Thompson con una afirmación que, al igual que las de Maslin, parece utilizarla para curarse en salud: Pero si quieren recordar la repentina travesura y la resplandeciente cara de jeanne Moreau, Anna Karina o Katharine Hepburn, teníamos que estar allí y esperar el turno por sus nuevas películas cuando estaban recién hechas.
Y esto es lo que decía en 1995, con respecto a la biografía escrita por Leaming: “lo que quiero decir es esto; el lugar apropiado para una deslumbrante evocación de la molesta quietud de Gertrud, el drama sub-textual (esa negra balada) en el canto de Sinatra, o la codificación de un primer plano de (Elizabeth) Taylor no está en estas páginas, o en páginas parecidas. Sino que si se puede asociar al Sr. Sinatra con gansters (especialmente con aquellos que tienen una línea moderna en su tosco hablar) o incluso a la Srta. Taylor, se puede cerrar un negocio. No será una sorpresa para los lectores y editores, si la honestidad y la investigación te obligan a revelar las vidas de Taylor, Sinatra o Brando como caóticas, sórdidas y engañosas. Además los lectores se enfadarán si omites tales cosas, o si careces de increíbles anécdotas. Las anécdotas son inestimables, para que tu editor las utilice en los extractos y las haga circular entre los escritores de revista, entrevistadotes y gacetilleros que sostendrán la propaganda de tu libro. No te asombres si tienes que extraer estas perlas tu mismo por adelantado, para tu editor. Otra vez, como en el cine, el mundo de la edición es un rico y excitante negocio que deja poco tiempo para la lectura. Tales pensamientos pasaron por mi mente, mientras leía Katharine Hepburn de Barbara Leaming. Me pregunto que es lo que lo hace cambiar de opinión después de 11 años de crítica, pero no puedo encontrar la respuesta para él.
Lo que queremos saber – y quiero decir aquellos que leemos Sight and Sound – sobre Katharine Hepburn como actriz, una personalidad de la pantalla y una estrella, o como celebridad, una “leyenda de su propio tiempo”, ¿a quién pueden aferrarse todos los rumores o especulaciones? Supongamos que Katharine Hepburn había sufrido simplemente su propia y confusa historia familiar y tuvo una difícil y no resuelta historia de amor con un hombre casado y alcohólico de Milwaukee (llamémoslo Spencer Tracy) que debe haber tenido su propia extensa y preocupante historia detrás. ¿Tendría esa mujer, o merecería una biografía – y mucho menos las más de una docena que ya hay sobre la Srta. Hepburn?. ¿No depende el interés en Hepburn sobre el trabajo y los momentos en los cuales esa valiente cara parece pensar y sentir? O es desesperadamente purista y humanamente estúpido insistir en separar el brillante trabajo de todas las oscuras nubes sobre la vida que la rodea?. Eso nos preguntamos nosotros ahora con respecto a la biografía de Mann, pero el viejo Thompson parece haber olvidado esta petición. Pero sigamos con esta perla.
No conozco las respuestas, pero se que quería más sobre Bringing Up Baby, que para mi, es la mejor película que Hepburn ha hecho, así como el contrariado retrato de una mujer cuyo atractivo, energía y sentido de la vida no esconde la posibilidad de que sea una chiflada peligrosa. Quería saber más sobre el arte y la artesanía de que, incluso lo que ese papel significó en la propia vida de Hepburn. El retrato de Leaming sobre Baby tiene tres páginas, y hay un simpático detalle sobre el veterano cómico Walter Catlett diciéndole a Hepburn como interpretar el papel francamente y dejar que el público riera. Siempre me ha gustado esta historia desde que la leí en el libro Hawks on Hawks de Joseph McBride. Pero nunca la creí, porque he aprendido a confiar muy poco sobre lo que Howard Hawks haya dicho alguna vez. Confío en las películas (y espero por la vida de Hawks de Todd McCarthy)
Bueno pues aquí tampoco tiene nada de Bringing up baby, de hecho casi ni la nombra, pero parece que no le importa mucho. En fin, que las hemerotecas son fantásticas, como Thompson y Maslin deberían saber.
Y bueno, pues mi única reflexión aquí es que los críticos de cine y de ficción no deberían criticar los libros de no ficción, pero que se han lanzado porque en realidad el error es mío. El libro de Mann también es una ficción.
  • Mi única esperanza era el artículo de Anna María Moix, no sólo por su prestigio como escritora, sino por su seriedad, demostrada además en este caso en los primeros párrafos de su artículo: “...es lo que intenta descubrir WJM en el recién aparecido libro K, el lado oscuro de KH (T&B ediciones, Madrid, 2007). ¿Lo descubre?, no del todo, a mi entender...Pero, que pena, continua con toda la sarta de explosivas y exclusivas declaraciones de Mann, aunque con cierta distancia. Pero, resulta que si uno termina el artículo se encuentra en la sección de Tracy, un error, que la primera película que T y H hicieron juntos fue La costilla de Adán, y la segunda La mujer del año. Es decir, que el dato más fácil de comprobar en todo el artículo, por ser un dato objetivo, no concluido después del raro análisis hecho por Mann, sino que con una simple búsqueda en Internet, lo habría clavado, es erróneo. Y es que La costilla de Adán fue realizada en 1949, y que La mujer del año es de 1942, es decir 7 años antes, y que entre ambos filmes hicieron 4 películas más. Además, si uno ha visto ambas pelis, el cambio físico hacia la madurez, en ambos es bastante evidente. Por tanto, si ni siquiera ha confrontado este dato, y desde luego sus archivos están equivocados, ¿Por qué hace otro tipo de afirmaciones, que no pueden ser basadas en datos objetivos? Y sobre todo, entonces ¿Por qué he de creerle todo lo demás?
  • Y a todo esto, los fans de Hepburn (bendita Web 2.0) dicen que Amazon no ha publicado todas las críticas malas que ha recibido, cosa que no es de extrañar ya que cada vez que se hace una, un tal George A. Hodgman se ocupa de ellas. Pero este tal Hodgman resulta que es un editor de la editorial Henry Holt (todo esto es asqueroso). Con el paso de los meses, sin han aparecido malas críticas, pero ellos todavía no han cambiado su calificación, que a estas alturas ya debería haber cambiado de buena a regular, cuando menos.

  • Otra curiosidad es que aunque asegura casi al principio que las historias que no pudo confirmar de primera mano, no las ha utilizado, muchas de ellas son sacadas de otras biografías, sobre todo de la de Berg, que es claramente la que más le gusta, la de Leaming, la de Christopher Anderson y la de Charles Higham. Lo que es realmente curioso porque otra parte importante del libro lo dedica a menospreciarlas.

  • De todas formas, y retomando el comienzo del libro, porque no me lo podía creer, encontramos en la página 17 lo que entendemos es su declaración de intenciones, que si hubiera reparado en ella al principio de mi lectura me habría ahorrado todo esto: A pesar de la insistencia de sus embelesados fans, nunca fue tan bella como Greta Garbo o Grace Kelly. Tampoco tenía el sex appeal de Ava Gardner o Lana Turner. No era carne de titulares como Liz Taylor, ni desnudaba su alma como Judy Garland. Como actriz, no tenía el poder o la variedad de registros de Bette Davies. Entonces era esto, no?
  • Como telón final, el pasado día 12 de mayo, día del 100º cumpleaños de Katharine Hepburn, The New York Times, permitió a William J. Mann hacer un resumen de su libro en su sección de colaboraciones (“Espabilate chico que las ventas no se mueven”), donde todo el respecto del que también habla Maslin se va al garete, supongo para animar a sus lectores a la venta porque el libro se encuentra, a 7 meses de su publicación, a casi mitad de precio en las páginas web de Amazon y un 20% más barato en Barnes & Noble (Strand ni siquiera lo tiene en stock), mientras que "Me", la autobiografía de Katharine Hepburn, publicada en 1991, hace 16 años, está rebajada en un solo dólar.
    No se si el Sr. Mann, así como otros lectores, conocerá o le sonará el nombre de Harry Brandt, pero lo dudo mucho. Pues este señor era en la década de los 30, el Presidente de los Propietarios de Teatros Independientes de América, y fue él mismo el que publicó la famosa lista de actores que eran, bajo su punto de vista “Veneno para la taquilla” (Box Office Poison). Una lista que analizada con el paso de los años es considerada de lujo, ya que contenía los nombres de Greta Garbo, Marlene Dietrich, Joan Crawford, Fred Astaire, y naturalmente Katharine Hepburn. Pues más de 80 años después, nadie se acuerda de él, aunque si de su boutade porque quedó en las hemerotecas. Esto es lo que seguramente le espera al Sr. Mann, como no escriba un libro decente.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿El lado oscuro de Katharine Hepburn? No, el lado oscuro de la crítica, del autor y de la editorial!!

maripax dijo...

He seguido la polemica en Amazon, y además de todos los errores que comete el libro (yo tengo varias biografías de las que nombra, y la entrevista a Cavett, y no ha copiado ni una frase al derecho y desde luego con bastante mala intención) lo más alucinante es lo del editor de la Henry Holt, que ha publicado el libro, saltándole a la chepa a todo aquel que diga algo malo sobre el libro.
Y otra cosa de la mayoría de los críticos es insistir en lo respetuoso que es el libro con la Hepburn (????) y lo de la buena investigación, cuando es verdad que el libro repite constantemente la coletilla Un amigo dice (No las había contado pero en algunas páginas lo dice hasta 4 veces)
Yo tenía la edición americana, y el mes pasado alguien me regaló la española, y me sorprendió mucho que ésta tuviera unas 100 páginas menos, cosa bastante extraño en una traducción entre estas dos lenguas (lo previsible es que la española tuviese más páginas) pero de pronto descubrí que era porque la edición española se ahorra las 90 páginas de notas de la americana, cosa bastante razonable porque las notas no son necesarias en absoluto, algo que también contradice lo de la buena investigación.
No entiendo esta obsesión con la Hepburn y su sexualidad. De todas formas el autor podía haberla pintado como una lesbiana feliz, pero tampoco parece que esa idea le gustaba mucho. En fin, este es el periodismo que nos espera, ya no lo decía Buenafuente

maripax dijo...

No se si ha quedado claro, pero el Editor de la Editorial que ha publicado el libro en USA se pelea con los clientes de Amazon cada vez que uno de ellos hace una mala crítica del libro. Es que me parecía que no me había explicado bien.
Un saludito

Anónimo dijo...

Las mejores biografias son siempre las que escriben los protagonistas, aunque mientan como cosacos. Tanto sus palabras como sus silencios dicen mucho de ellos mismos. Aún en el caso de la biografia de Anais Nin, donde según algunos de sus amigos las invenciones provienen más de una mente un poco fantástica, lo mejor es escuchar sus propias palabras.
De todas maneras las biografias acaban siendo siempre obras de ficción, y cuando no es así se convierten en un tocho que casi nadie lee.
EduardoPI

Anónimo dijo...

El peor libro leído este año, cotilleo tras cotilleo sin aclarar nada y no es que me importe mucho pero ya que lo estaba leyendo por lo menos que tuviera algo de achilipú.
rodri

Anónimo dijo...

pipewala biochem verge declination wordlist learner pins forrest analyze commenters sociological
lolikneri havaqatsu